La selección del pediatra parece ser tan poco importante cuando uno está
concentrado en terminar la habitación del bebé, en tener preparada la maleta
para el hospital, en terminar las compras de todo lo que se va a necesitar
cuando el bebé llegue a casa, en fin, miles de pendientes que quién sabe por
qué salen en los últimos quince días antes del parto (y eso si no te agarra de
sorpresa el bebé).
Pero la verdad es que escoger al pediatra no es tarea fácil. Existen miles de
enfoques acerca de los cuidados de un bebé y más todavía acerca de la
educación. Dejarlos llorar o arrullarlos, darles chupón o no, amamantar un mes
o seis, esterilizar todo o sólo los biberones, darles de comer sólidos a los
cuatro o a los seis meses, ponerles todas las vacunas o sólo las de la
cartilla. En fin, son miles los temas sobre los que pueden variar las opiniones
de un doctor a otro.
En mi caso, mi esposo y yo escogimos al pediatra en base a recomendaciones (la
del ginecólogo y la de mi hermano). No voy a mentir, no siempre salgo contenta
de las consultas pediátricas, y es que no es malo, simplemente a veces siento
que no me entiende, pero supongo que no hay un doctor perfecto sobre todo
cuando la mamá es una loca.
Recuerdo que a los quince días de haber nacido mi hijo, Sebas, decidí cambiar
de pediatra porque siempre le preguntaba cuánto debía comer mi bebé y él me
decía que lo suficiente para que se durmiera cuatro horas, lo cual a mi me
resultaba súper ambiguo porque además teníamos que lidiar con reflujo y cólicos
y yo no sabía si estaba llenando a mi bebé de leche y causándole reflujo. Así
que nos fuimos con una doctora que al principio nos pareció fabulosa pero
después le mandó miles de medicinas; para el reflujo, para la acidez, para los
cólicos, biberones especiales (y carísimos), tres leches diferentes, etc... Pero
al preguntar cuánto debía darle de comer a Sebas la respuesta era: "es a
libre demanda pero no dejes que pasen más de tres horas sin que coma tu bebé y
no debe de tomar más de cuatro onzas", y bueno, mi marido y yo pensando
que no era congruente con lo que nos dijo el primer pediatra. Pero bueno, ya
habíamos cambiado de doctor así que teníamos que hacerle caso y confiar en
ella. Pasados quince días de estar con esta doctora yo ya estaba desesperada.
Mi bebé lloraba en cada toma de comida, dormía muy poquito, hacía popó
terriblemente mal, estaba tomando seis medicinas diferentes y yo estaba al
borde de la histeria. Al final regresamos con el primer doctor, con la cola
entre las patas, y ahora mi bebé es un hermoso y sano niño de diez meses que
come y duerme maravillosamente bien.
Así que la selección de pediatra no se debe tomar a la ligera, y por eso, ahora
comparto estos tips para saber qué buscar en un doctor:
- Que sea un doctor que siempre esté disponible, es decir, que siempre conteste su teléfono o se le pueda mandar un mensaje de texto. De verdad, las primeras semanas salen miles de dudas y le quieres hablar para todo.
- Que sea paciente con las mamás. Esto es importantísimo ya que es horrible que un doctor te trate como si fueras tonta y como si estuvieras preguntando algo súper obvio (no hay nada obvio cuando se es mamá primeriza).
- Que sus métodos concuerden con lo que los padres tienen en mente para la educación y los cuidados del bebé. Es importante hacer una cita antes de que nazca el bebé para conocer al doctor y platicar con él acerca de sus recomendaciones, por ejemplo, si es un doctor que manda antibióticos por cualquier cosa o si es un doctor que prefiere no usar medicamentos fuertes hasta el año de edad.
- Saber si el pediatra va a poder recibir al bebé al momento de nacer o si lo verá hasta la primera consulta. O si el bebé es niño y se le va a hacer circuncisión, que sea un cirujano pediatra para que él mismo se la haga (no necesariamente debe ser así pero creo que es recomendable).
En mi opinión, cada pediatra es un mundo. No existe un manual universal para
los cuidados del bebé y, por lo tanto, dos doctores se pueden contradecir en
todo, así que lo mejor es buscar uno en el que confiemos casi ciegamente (sin
olvidar el instinto materno) y no cambiar de doctor únicamente porque algo no
nos pareció (siempre y cuando no sea algo grave), porque si no terminas
confundiéndote más.
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